Ayer me dijeron que yo era algo así como una "activista por la paz", aunque entiendo que a nivel casero. Yo no salgo con pancartas, ni a manifestaciones, ni estoy en grupos de apoyo internacional... y me puse a pensar sobre ello.
No estoy en grupos de apoyo internacionales pero apoyo ONGs que sí hacen cosas.
Estoy en un grupo de apoyo en mi ciudad ayudando a madres con un cierto tipo de problemas y en el fondo lo que se reivindica es el derecho de esa mujer de tomar decisiones y poder llevarlas a cabo.
Me comentaba esta persona, curiosamente el que fue objeto de mi furia, que él no veía el problema de estar mediando o como digo yo de estar en medio.
Entendí que eso realmente ya es un fin en sí mismo, que no importan tanto lo resultados.
¡Claro que no voy a hacer que la paz en el mundo se de!, ni voy a poder cambiar que dos personas que no se pueden ver se quieran, pero posiblemente estar mediando es el único lugar posible para mí mientras no decida estar en otro lugar.
En todo mediador o activista hay también una faceta masoquista, puesto que sabes que te pueden llover palos por todas partes, pero asumes el riesgo.
Como dije ayer, todos nos involucramos en las cosas que nos afectan de alguna manera, que nos tocan partes ocultas de nuestro yo.
Quizás esta forma de estar me de beneficios internos que nunca he sopesado. Cuando estoy mediando siento que la gente escucha, me siento coherente con lo que pienso y actúo, es un reto a mi capacidad y una prueba a elasticidad de los demás. En cierta manera el que media es el fuerte, los otros se están dejando llevar por las pasiones.
Y todo esto me hace pensar que realmente necesito sentirme fuerte, coherente, capaz, escuchada,... no es gratuíto el que yo esté en medio, ni que esté colaborando con personas que necesitan ayuda.
Todo, absolutamente todo, tiene un precio que yo pago y otro que yo recibo, independientemente de que los resultados sean los esperados o no.