domingo, 5 de mayo de 2013

La danza, los abrazos y yo.


 

Al final, después de tanto desearlo, no le ha quedado otro remedio que aparecer.


Hoy releía un poco por encima mis últimas entradas, que si me siento sóla, que si aparece un amante o no, que si mi piel tiene sed... tantas cosas.


Dice un amigo que he sacado el pararrayos y me están cayendo los rayos. Creo que tiene razón.
Todo empezó hace aproximadamente un año. ¡Dios! Acabo de mirar una entrada que hice sobre esa película y ya han pasado casi dos años y medio... cómo pasa el tiempo.


Bueno, como decía, yo había visto una película y entre otras muchas cosas me impactó la danza utilizada ahí. Ni corta ni perezosa decidí que quería aprender esa danza y contacté con una persona que hacía ese tipo de baile en mi ciudad. Hace un mes comencé a asistir a sus clases.


De nuevo fue la casualidad, se organizó un evento en face que me pareció interesante y fui. Allí le conocí personalmente, al finalizar el evento me presenté a él, se giró, me miró... y empezó todo.


Su mirada era impresionante, lo llenaba todo, su voz, su cercanía, su sonrisa. Me invadió una sensación de totalidad tremenda, no sé explicarlo de otra manera. En ese momento el mundo se detuvo simplemente para que él y yo pudiéramos hablar, como si no hubiera nada más afuera, no había prisas, no había otros, sólo su mirada y la mía. Y yo, apenas podía mirarle, un sentimiento entre verguenza y timidez se apoderó de mí.


Le pregunté por las clases de danza y decidí apuntarme a la siguiente semana. Desde entonces sigo yendo puntualmente. Explicarlo es largo pero muy sencillo de vivir.


He descubierto sus abrazos, largos y tiernos, que llenan y vacían a la vez, que descansan, que apaciguan, y siento que no es una sensación sólo mía. Cada semana espero pacientemente la despedida para poder recibir-dar ese abrazo. De momento me basta, me tiene que bastar.


Me he dado cuenta de que debe ser algo así como la energía de cada uno, que se complementan.

Tengo la sensación de que lee mis pensamientos. En la primera clase, nos sentamos en el suelo al acabar para compartir un poco y pensé... si pudiera le pediría un abrazo, igual hasta lo hago. No pasaron ni dos minutos cuando él se acercó y me dio uno porque sí. A la semana siguiente igual, pensé que me gustaba la danza pero que era muy individual y que me gustaría que pudiéramos acercarnos más y tocarnos, y al poco él comentó que quería probar a hacer la danza pero con más contacto entre todos. Semana tras semana él está ahí escuchando lo que no digo y accediendo a mis pequeños deseos.


Hay luces y sombras, pero de momento me dejo iluminar por la luz y cierro los ojos a las sombras, ya llegará el tiempo de preocuparse de más o quizás no.
 
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