La serpiente se alimentaba de la vida de inocentes. Había llegado hasta un lejano lugar, el paraíso decían, y con hambre añeja por no haber encontrado inocentes en otros lugares se dispuso a buscar, esta vez hasta encontrar alguno.
Preguntó por aquí y por allí y le dijeron que en aquel lugar se hallaban dos jóvenes que cumplían todos los requisitos. Eligió una al azar, sin darse cuenta de que era la amada del mago. Eso desencadenó una terrible crisis en el lugar. Si ella desaparecía el mago podría volcar su ira sobre el resto de las criaturas y aplastarlas, o simplemente dejar de conjurar a la lluvia y hacer que los campos se secaran dejando sin alimento a la población.
Para salvar la vida de la amada se requería un sacrificio, sangre derramada, lágrimas secas de otro inocente.
La otra joven ignoraba lo que pasaba pero atraída por los fuegos y las sombras del castillo descubrió que la amada del mago estaba encarcelada. Sabiendo que era la única que podía salvarla y con ella al resto del pueblo, miró sus posibilidades. En otra ocasión hubiera entregado su alma al mismísimo demonio si con ello pudiera rescatar del sufrimiento a cualquiera.
Pero ella había cambiado. Se sentía y se sabía sencilla, humilde, afable, al igual que la otra, no era justo, nada de lo que estaba pasando era justo. Sólo había que pensar un poco, buscar una salida.
El mago le sugirió que si se entregaba no moriría, él le prepararía un brebaje que hiciera que su alma llegara a otro lugar, otro paraíso cuidado por otros magos que la atenderían, pero ella no quiso escucharlo.
Me niego a inmolarme, susurró la joven.
¿Qué dice? ¿Está loca? Su vida a cambio de la otra es lo justo. Con su vida salvamos las nuestras. Murmuraron los demás.
Me niego a inmolarme, repitió.
El desconcierto creció por momentos.
Hay otra salida, concluyó. El mago la miró y se sonrió, aunque conocía esa opción, como cuidador del paraíso no podía desvelarla.
Corrió hasta el jardín donde se encontraba el árbol de la ciencia y escogió dos granadas, una para ella y otra para la otra mujer.
La única salida que nos queda es la pérdida de la inocencia, si de ella se alimenta la serpiente deberemos eliminarla del paraíso y no le quedará otro remedio que irse o morir.
El precio que pagaremos nosotras es poco en comparación con nuestra vida y la de los demás. A partir de ahora cambiaremos la inocencia por el conocimiento y el conocimiento es el que nos hará dudar, recelar, desconfiar. A partir de ahora el paraíso dejará de serlo en cierto modo y se convertirá en un bello jardín nada más.
¿Cómo lo vas a hacer?
Comeremos este fruto y ya todo será diferente.
Y así lo hizo, consiguió llegar hasta la amada del mago y le ofreció la única salida posible que había. Ambas se miraron por última vez a los ojos.
La serpiente desesperada por no hallar más inocentes comenzó a dar tantas vueltas que se enroscó sobre sí misma y murió ahogada.
Finalmente se salvaron las dos y no se perdió nada importante, ¿o sí?
5 comentarios:
Excelente historia Francesa. Me ha encantado tu blog, te voy a visitar y a comentar a partir de ahora. Saludos y feliz 2011.
http.//elblogdebruno1.blogspot.com/
Buff, complicado, complicado saber si así fue mejor o sería mejor si fuera de otra manera. ¿Qué se perdió? No lo sé, pero me gusta la idea de que quien hace daño acaba destrozándose a sí mismo, como la serpiente.
Hola Bruno_1 encantada de tenerte por aquí y de que pasees por este blog cuando quieras. Un saludo y feliz 2011 a ti también.
Hola Goyo, no se me había ocurrido ese punto de vista pero es interesante y en cierta manera real, no hay nada más autodestructivo que el mal (cada cual lo entienda como pueda).
Besos.
Hola Francesca: Te iba a decir que tenías un premio en mi blog pero veo que lo has descubierto tú misma. Ahora, si quieres, puedes ponerlo en tu blog a modo de entrada. Un beso y gracias.
Gracias Goyo, miré en tu blog, que me acordé que te habían dado un premio y así supe qué hacer.
Gracias de nuevo.
Besotes.
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