A veces no sé si puedo, otras lo sé.

Vuelvo a la carga, al final aunque no oficialmente ya se sabe lo que tengo y, sí, es un tumor. Un tumor raro, como yo misma, como mis enfermedades anteriores.

Y es que como digo yo, no soy rara, tengo copyright.

La sensación que me invade es que esto no ha venido de fuera, no ha surgido de repente, sino que ha sido fruto de cómo he vivido la vida, los fracasos, las decepciones, de las veces que me he callado cuando tendría que haber gritado, de tragar, tragar, tragar sin dar salida.

Y bueno, reconozco que hay días en los que me desespero y deseo que llegue la noche para dormir y que a la mañana siguiente todo haya sido un sueño, un mal sueño, que puedo dejar atrás, secarme el sudor de la frente y empezar a respirar.

Pero por muchas noches que lleguen me despierto con mi realidad y lo único que me queda es luchar. A mí que evito la confrontación, que me trago lo que pienso por no hacer daño al otro. Se acabó.

Me revestiré con la armadura más brillante y poderosa que encuentre, cabalgaré sobre el caballo de batalla más impresionante que haya y con espadas o con misiles cargaré contra todo aquello que me quiera comer por dentro.

Y aunque vengan días de dudas, de vacilación, no me importa, sé que lo superaré.